Foto:
Mariana Méndez
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Contrafarsa:
Murga, Arte, Sociedad
Presentación.
Por Luis Carrizo
Contrafarsa me acompaña desde hace años. La he escuchado cientos de veces y -como sucede cuando se lee un clásico- siempre advierto nuevas significaciones y me conmuevo un poco más. La murga creció y me acostumbró a la sorpresa. El infinito espacio de la creación es conquistado una y otra vez por su poesía, por su coro, por su batería; una batuta mágica acompaña este destino
Era la primavera de 1999. Mariana Ingold nos convocaba con su nuevo espectáculo en la Sala Zitarrosa de Montevideo. Hermoso, imperdible, irrepetible. Un disfrute adicional, siempre esperado, se sumaba esa noche: la presencia en el escenario de Murga Contrafarsa, acompañando a esa amiga que también había pintado su cara con los colores de Sayago allá por el 93.
Contrafarsa
Luego de la piel erizada, luego del milagro de un nuevo y repetido enamoramiento, llegan los saludos, las felicitaciones, el reencuentro en las mesas de un boliche cercano
Y surge un intenso deseo de retribuir tanta hermosura.
Pitufo, esta murga se merece un libro
, atiné a decir de mesa a mesa. Su sonrisa limpia dibujó aprobación y su mirada se sumó al desafío. Una semana más tarde, algún compañero de Contrafarsa me llamaría a casa preguntando si la cosa iba en serio
(por suerte, ya tenía yo un esquema, soñado en el juego de armar un homenaje hecho libro para esta murga que me había conquistado desde el primer día.).
Había comenzado a rodar una aventura que nos llevaría por un camino inolvidable. Muchas veces la imposibilidad parecía ganar, tantas -tantísimas- veces como fuera superada. Al final, la satisfacción de haber cumplido con un homenaje necesario por lo merecido. A Contrafarsa, Salú!
Desde el principio, esta publicación fue concebida de forma tal que no desentonara con la calidad de la Murga protagonista. Por eso, luego de que la idea fue elaborada, era necesario contar con un equipo de colaboradores que pudiera involucrarse con la concepción y la estética de la futura publicación. Así, convocamos a profesionales de la imagen y la palabra con la sensibilidad que creíamos imprescindible para sumarse al proyecto. Mariana Méndez, amiga y excelente profesional de la fotografía, ya nos había mostrado -con gentes y circos- su alma puesta en el foco; Gabriel Kaplún, comunicador de estirpe y heredero de una tradición ética de la palabra; Daniel Porteiro, periodista y amante del Carnaval, voluntario protagonista de la historia que -en este libro- le tocó relatar.
Contenido y forma van de la mano, a mi parecer, se entrelazan mutuamente y se confunden a veces. Darle un soporte material a las futuras producciones era un factor relevante. Desde el principio, Pablo Uribe y Alejandro Sequeira -de Obra-, fueron los encargados de pensar el diseño gráfico para este libro. Nos convencieron desde el principio, y no defraudaron; por el contrario, ofrecieron una estética sutil que bien conviene a los protagonistas de Contrafarsa.
Una mención aparte, para la parte que le corresponde a Alejandra -mi compañera, mi cómplice- asistiendo y participando con inteligencia y entrega en todo momento. Hija de murguero, siempre soñó con salir en Carnaval
y salió, con su Contrafarsa, a marcha camión.
Debíamos trabajar con un grupo humano y con una historia. Así, fue necesario conformar un equipo, definir criterios, establecer planes de trabajo, fijarnos plazos y etapas. Uno de los criterios básicos fue el de ser fieles a una concepción de comunicación que fuera honesta con la historia, con sus luces y sus sombras. Entendemos que ningún proceso humano, social o artístico es lineal ni exento de contradicciones y conflictos. Así se avanza, así se forja un devenir. Así queríamos retratar la historia, la crónica y el testimonio de Contrafarsa. De esta forma lo entendimos todos y fue grato constatar que -más allá de su gran nivel técnico- los integrantes de nuestro equipo demostraron una excepcional calidad humana y una firme defensa de la ética de su trabajo.
Gabriel se paseó con Contrafarsa por todo Montevideo
anotando, preguntando, curioseando. Sus aportes están en Noches de Murga y en Alquimia, recogiendo anécdotas de los murguistas y comentarios de contrafans que pueblan páginas de este libro.
Daniel se miró en el espejo de la historia que también a él lo retrata, y conversó con murguistas, con vecinos de Sayago, con hijos y padres del Carnaval que tanto quiere. Sus notas dan, por sí solas, para llenar un volumen. Arduo trabajo de edición para compaginar un relato que, caminando junto a Contrafarsa, nos recrea lo mejor y lo peor de la historia de nuestro pueblo. El capítulo 1 es memoria vivida sin olvido.
Mariana se encontró, de pronto, atrapando murguistas en papel, conquistando con su figura menuda el varonil reducto de la bañadera. Su rito de iniciación no fue tarea fácil, y la murga advirtió rápidamente que la fotografía era su mayor amor. Y se enamoraron de las fotos
Para llevar adelante el proyecto, no sólo se precisó el aval de los protagonistas. Fue imprescindible también su apoyo. Cuando presentamos -allá en el Salesiano y por noviembre- la idea en detalle, fue calurosa la bienvenida. Nos convencieron de que era posible.
Breves pero sustanciosas charlas/acuerdos con Gabriel Melgarejo, el respaldo siempre atento y fraterno de Eduardo Rabelino, el proceso de construir una coordinación eficiente con Graciela Michelini -confianza creciente, antesala del afecto-
y la murga abriendo su casa para que la inquieten estos cronistas
No todo fue fácil, pero el entusiasmo por el espíritu de esta empresa permitió sobrellevar las dificultades. Nos encontramos con muchísima gente que ofreció su aporte. Algunos de ellos figuran en las próximas páginas. Gracias a Daisy Tourné, debutando en un Prólogo que paga tributo a su entrañable relación histórica con los muchachos de Contrafarsa. Gracias a Pablo Fernando, cuyo Epílogo nos llena de satisfacción casi chauvinista, si no supiéramos que hay valores universales que una Murga como Contrafarsa defendería en cualquier lugar. Gracias a Milita Alfaro, a Mauricio Ubal, a Fernando Tetes, a Rubén Olivera, a Mariana Ingold, a Osvaldo Fattoruso, a Fernando Cabrera, a Artigas Yuyo Melgarejo, a Angel Mocho Romano
por compartir impresiones que conmueven y, sin querer, señalan que este intento no fue vano.
Si deseo un destino para este libro sobre Contrafarsa, es no sólo que disfruten ustedes al leerlo: ojalá también invite a la maravilla de escucharlos.
Luis Carrizo
Montevideo, Primavera de 2000.
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murga@contrafarsa.com.uy
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