Crítica de cine
El Gerente tampoco
Hemos visto "Mar a tu gusto salado", cuya traducción correcta debió ser "Tu salado gusto a mar", producción tailandesa hablada en dinamarqués con títulos en quechua que dificultan un tanto su comprensión por parte de un público poco habituado a estos esfuerzos. La película del genero policial, mantiene el suspenso y la intriga mucho más allá del último minuto ya que uno se va del cine sin saber quién es el asesino del hombre que lee en un sillón de terciopelo. A la salida hubo señoras que interrogaron a El Gerente sobre la identidad del culpable, pero el funcionario se escabulló alegando que su esposa estaba por tener familia cosa que sensibilizó a la delegación, algunas de cuyas integrantes se ofrecieron a acompañarlo al sanatorio entre diferentes opiniones sobre la conveniencia o no de que El Gerente presenciara el parto. El film en cuestión se desarrolla en la bodega de un barco y luego de un violento altercado, el Capitán es arrojado a los tiburones por el Timonel para robarle el reloj de bolsillo que en su tapa tiene grabado un mapa, cosa que no logra porque se olvida de quitarle el reloj antes de arrojarlo. El Timonel gana la costa pero no se la dan. Deambulando por los cafetines del puerto se enamora de una gitana que lee los diarios, medio por el cual la pitonisa se entera de la muerte del capitán cuyo reloj se encontró detenido a la hora tres y quince minutos, dato que a la postre no será de ningún interés pero que en su momento da que pensar y le permite al espectador conjeturar varias hipótesis relacionadas con las diferencias de horarios. Las incomprensibles palabras de un alemán que conduce un tanque de la Segunda Guerra Mundial también incomprensible, hacen recaer las sospechas sobre la tía de un saxofonista rumano que toca muy enojado debajo de una parra de uva chinche, en una escena que, naturalmente, nos recuerda "Viñas de ira". Es entonces cuando la tía perseguida se interna en la selva conduciendo una motoneta de baja cilindrada, y al ser atrapada por los jíbaros se la reducen a un conejito a cuerda, en tanto que a ella la liberan un poco más bajita. Como era previsible, el saxofonista se enfrenta con el timonel, y a punto de matarse mutuamente son reconocidos como hermanos por la madre que justo pasaba por el lugar y todos van a reunirse con su padre, que es un agrimensor al que encuentran asesinado en un sillón de terciopelo verde. En suma un producto carente de imaginación que no da ni una sola pista sobre quién mató al agrimensor, agravado por un gerente a punto de ser padre y un portero que para evitar que la gente se durmiera golpeaba una lata cada quince minutos. Esperemos que no se haga costumbre.
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