HOY JUCECA: "Maravillas de la naturaleza"
Las cataratas del Iguazú son reconocibles por la forma en que dejan caer el agua. Formadas por el líquido del río que curiosamente lleva el mismo nombre, el que a su vez recibe enorme cantidad de litros del generoso Paraná, son una de las importantes atracciones turísticas con que cuenta nuestro continente. Personas de diversas partes del mundo, incluso de Andorra, viajan miles de kilómetros para ver caer el agua. Hasta el más insensible a los fenómenos de la naturaleza, se puede ver sorprendido por la cantidad de agua que cae. Es mucha más de la que uno puede imaginar cuando escucha al pasar un comentario sobre la cantidad de agua que se ve caer en las cataratas. Es notable también, la forma torrentosa en que lo hace. Produce, además, el ruido característico del agua cayendo en torrentes por una catarata. Desconozco las cataratas del Niágara, pero me temo que la forma de caer el agua, persistente, insistente y torrentosa sea muy similar a las del Iguazú. Ambos ríos vienen en bajada, a gran velocidad, y de pronto llegan a una tremenda y profunda barranca, y ahí el agua se cae. Se dobla hacia abajo, el agua, como uno de los relojes blandos de Dalí. Y a lo que el río sigue viniendo, el agua se sigue cayendo y eso es lo que le da continuidad a la catarata. Puede usted irse tranquilamente al hotel, tomar un trago, comer, dormir una siesta, y al volver allí estará el agua cayendo. Es increíble la cantidad de agua que cae por segundo. Y por hora ni hablar. Y no para. Si el día es de sol, las breves gotitas que vuelan producen el conocido arco iris, al igual que lo produzco yo en el patio de casa, en verano, con la manguera puesta en punto llovizna. No es lo mismo, claro, por la cantidad de agua. Por eso la gente viaja a las cataratas del Iguazú, y salvo algunos amigos, nadie viene a casa.
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