"Un regalo complicado"
Una de las saludables costumbres que se mantienen, es la de los regalitos para el día del cumpleaños. Eso de abrir el paquetito nerviosamente, imaginando algo bello y necesario, o pensando qué basura me habrá traído este imbecil, acompañado por la frase de “Pero, no te hubieras molestado!”,es un momento que solo se vive una vez al año. Pero no siempre son alegrías ni placeres. Nunca me olvidaré, y allí está él que no me lo permite, cuando me regalaron el sofá. Es verdad, yo nunca había tenido un sofá, y también es verdad que más de una vez dije delante de gente Que lindo sería tener un sofá, o Cómo me gustaría tener un sofá, y también Qué lindo debe ser leer en un sofá. Una tía, a la que luego supe que le sobraba un sofá por falta de sitio para seguir teniendo sofá, se enteró y me regaló un sofá. Antiguo pero en buen estado, sólido, de patas morrudas, tapizado en cuero, un señor sofá. Parece que yo había estado una vez en la casa de mi tía y había hecho el comentario, Que bonito sofá. Y eso me mató. Una tarde me llamó por teléfono y me dijo Ahí te mando un regalito, y colgó. Pensé en una torta, en una Biblia, en una corbata, pero no, cuando sonó el timbre y me asomé por la ventana, allí estaba le camión con el sofá y el camionero con un papelito en la mano y mirando para arriba. Al verme señaló el sofá y me señaló a mi como diciendo “ese sofá es para usted”. Me sorprendió un tanto, pero a sofá regalado no se le mira el tapiz, así que le hice una seña de “ya bajo”, y bajé para subirlo con ayuda del camionero. No es fácil para dos personas, lidiar con un sofá, y menos aún si uno de ellos, yo, es un torpe sin experiencia en el oficio de subir sofá. Con esfuerzo y algún golpe en las canillas, lo entramos hasta el primer recodo de la escalera. Y allí se quedó. Se trancó, se trabó, con el camionero arriba, y yo abajo, yo empujaba y él tiraba y el sofá como si nada, ajustado a los escalones y a las paredes laterales como si formara parte inamovible del edificio. El camionero, que estaba más cerca de mi cocina que yo, fue a preparar un mate y ya que iba le pedí que le pusiera leche en un plato al gato, y luego, piano por medio, nos pusimos a conversar sobre regalos. Parece que a él le regalaron un perro medio loco que ahora no lo deja entrar a la casa. Yo sé algo de perros y fui a ver qué puedo hacer y él ahí está, lidiando con el sofá.
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