"El que le mojó la oreja no sabe donde puso el dedo"
Hay distintas clases de relaciones, y diferentes maneras de mantenerlas. Y de romperlas. Hay gente que tiene facilidad para relacionarse. Gente que se toma un ascensor en la planta baja, y al llegar al cuarto piso ya inició una nueva relación. Si es entre un hombre y una mujer, la relación se puede iniciar con una mirada en planta baja, dos palabras al llegar al primer piso, una manito traviesa en el tercero, un beso en el cuarto, y al regresar ya fijaron fecha para el casamiento. Y lo peor es que después les va bien. Otros se pasan la vida esperado el momento justo para entablar una relación, y cuando la entablan y luego de sopesar todos los pro y los contras, luego de consultar los horóscopos chinos egipcios y sanduceros, resulta que se equivocaron y la relación no va. Mucho apronte, y se quedan en la partida. Pero el hombre, la mujer, y los piases, siempre tienen algún problemita que altera sus relaciones. Hay equívocos, confusiones, malos entendidos. Las relaciones sexuales, que debieran ser las más simples y divertidas, siguen siendo, en algunos casos, las más conflictivas. Hubo un caso de alguien que fue invitado a bailar con su mujer un pericón con relaciones, y se negó porque él, dijo, no era de tener relaciones en público, y menos bailando. Hubo, también, un presidente vecino que habló de “relaciones carnales”, no se supo si con otro país o con el entonces presidente del otro país en el erótico salón oval, o en la lujuriosa casa rosada. Nunca se aclaró si se trataba de Relaciones Exteriores, o de interiores. Hoy nuestro presidente, nombrado Jorge, se siente agredido por otro, nombrado Fidel, al que el nuestro, graciosamente, calificó de “viejo payaso que siempre hace el mismo show”. Como dijo una vez el poeta Silva Valdez, “El que le mojó la oreja no sabe dónde puso el dedo”. Y tal como era de esperar, el otro, que como bien se sabe no es ni corto ni perezoso, le largó una andanada difícil de empardar. “Y si quiere romper que rompa”, le agregó. Porque al final de cuentas, como decía mi tía Gertrudis, cuando la gente no se lleva, lo mejor es separarse. Pobre tía, murió soltera.
>> Ediciones
anteriores de "Esas cosas de Juceca"
® Todos
los derechos reservados
|