"¿CUÁNTO DA UN CABALLO CON 20 KG.?"
No hace mucho, el Presidente dispuso la creación de una “Comisión Asesora sobre las diferentes formas de utilización del caballo”. En ese momento, uno, que anda a la pesca de novedades insólitas y absurdas, lo tomó para la chacota. En un país donde el gauchismo está tan difundido, donde todos los agostos de cada año se exponen los mejores y más variados caballos en la Exposición Rural del Prado, contando además con las jineteadas de potros (que son caballos pero en crudo, sin educación digamos), en un país con un grado de cultura suficiente como para estar familiarizado con la raza caballar que tan importante papel desempeñara en las luchas por la independencia de nuestra Patria, no parecía necesario nombrar una comisión que nos asesorara al respecto. Al final de cuentas, un caballo es un caballo aquí y en cualquier parte del mundo. Si bien yo no me crié entre las nobles bestias, ni entre las bestias nobles, que también las hay, desde muy niño supe qué era un caballo y para qué servía. Ahí estaba Artigas en la Plaza Independencia, en su brioso corcel, un poco monumental demás para ser un caballito criollo, es cierto, y a unas catorce cuadras mirando al Prócer de frente, estaba, y está, en su plazoleta humilde como su estirpe, el Monumento al Gaucho, con su caballito, ese sí modesto, y su jinete lanza en ristre y gesto altivo. Monumento al Gaucho que se fue achicando (el monumento, no el gaucho), en la medida en que fueron creciendo los edificios que lo respaldan. Además, siendo yo niño, los padres de un vecinito le compraban el Billiken, revista argentina que nos enseñaba todo sobre la historia del hermano país, y solía traer bichos para recortar y pintar, entre ellos el caballo de San Martín, que era blanco como el de Napoleón. Pero, y sobre todo, fueron los caballos del cine norteamericano los que más nos entusiasmaron en nuestra niñez. Desde el caballo de Cisco Kid hasta el del Zorro, y el blanco del Llanero Solitario, que en realidad siempre andaba acompañado, pero como el compañero era un indio no contaba, todos eran admirables. Pensaba uno, entonces, que no era necesario interesarse más por el posible uso del caballo. Es verdad que se habla de la reapertura del Hipódromo de Maroñas, pero el uso que allí se hace del caballo es muy especializado, y como uno, por estatura y falta de vocación, nunca ha de ser jockey, no se interesa en largadas, cronómetros y llegadas cabeza a cabeza. Entonces me era suficiente la contemplación del caballo en campo abierto, cuanto más chúcaro mejor. Hasta que un nuevo aumento en el precio de la nafta, lo revaloriza al caballo y adquiere otra dimensión. Y son muchos, y me incluyo en ellos, los que comenzamos a preguntarnos: ¿Cómo se maneja un caballo? ¿Dónde se compran? ¿Cuanto valen? ¿En qué colores vienen?. ¿Qué velocidad pueden desarrollar? ¿Son todos de tres velocidades es decir, paso, trote y galope?. ¿Dónde tienen la marcha atrás? ¿Cuanto da un caballo con veinte kilos de alfalfa?. Todas interrogantes, que, evidentemente, hacen necesaria la existencia de una Comisión Asesora. Yo, que en aquel momento lo tomé a la ligera, debo reconocer que nuestro presidente, realmente, es fantástico. Casi tanto como un buen caballo.
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